martes, 9 de octubre de 2007

¡Persiguiendo mi sueño, weeeey!

Para todos los que hemos abrazado la docencia, me refiero con gusto no mientras sale un trabajo “mejor”, de verdad que podemos enfrentar cualquier reto, entender al concepto más complicado, a la teoría más extraña, a esos textos que parece que sólo fueron hecho para vanidad del autor y de sus tres lectores (y que curiosamente son los libros más caros), pero, ¿qué se puede hacer ante una mente cerrada?

Hay que aceptarlo, normalmente cuando somos estudiantes la mejor ley es la del mínimo esfuerzo, la calidad del maestro puede ser directamente proporcional a la manera en que me dice todo, donde el alumno recibe la instrucción de qué anotar y qué no anotar, qué subrayar, qué resaltar, vamos, y si se puede el tipo de preguntas y el orden que tendrán en el examen, pues de mayor calidad es el maestro. Siendo honesto, me pregunto si de maestro pagas esas que de joven hiciste con tanto cinismo.

¿Qué puede hacer un maestro que acostumbra poner lecturas, a que el estudiante diseñe esquemas y los explique, respondonda a un cuestionario sobre lo que se encargó leer, incluso se encarga leer, si se hacen preguntas de contexto que viene relacionadas con el tema? En la escala del mínimo esfuerzo, el maestro es complicado, el maestro, seguramente, es malo.

Me parece puede ser fácil hallarse en este dilema: ser bueno (es decir, dar la clase) o ser malo (pedir que el alumno desarrolle su propio pensamiento). Claro, no hablo de todos los alumnos. Voy a dar un perfil de un estudiante que continuamente ve a un maestro como malo: acostumbra llegar tarde, cuando llega; siempre tiene un audífono de su “ipod” (lo ideal son los dos) permanentemente en la oreja; en su mano derecha tiene su celular como si fuera rosario (si no está en la derecha es que es zurdo); normalmente sus expresiones son “deme chance” y “perdón”; curiosamente siempre está desvelado (por tanto trabajar); y como si fuera poco, cuando entra en polémica con su maestro sobre, por ejemplo, salidas al baño cada 20 minutos, dice categórico “qué tiene, estoy en la carrera, y si entro o no es lo de menos, pues ya soy adulto”.

Me pregunto, ¿para eso sirve ser adulto?, qué clase de educación, de experiencias previas, de carga emocional tiene una persona que sólo se guía con su único y personalísimo modelo de vida (de ética si se quiere ver purista), donde pareciera que ser adulto es hacer lo que se quiera, lo que se guste, sin ningún tipo de freno a sus ansias y deseos; en pocas palabras, valiéndole madre si molesta o no al maestro (o a la clase), pero eso sí, con la piel tan sensible que se enoja si se le llama la atención y se le pide, en el colmo de la desfachatez, que ponga atención a la clase.

¿Acaso un maestro es malo por el hecho de dejar una lectura que con ayuda de un diccionario y digamos veinte minutos de lectura concentrada se puede descifrar?, ¿un maestro es malo porque no aprueba la idea de hacer un proyecto de investigación planeado en cinco minutos?, ¿ser adulto significa que no tengo límite ni respeto por el lugar donde estoy?

En fin, estoy seguro que hasta que el mundo llegue a su fin, es decir, cuando el calentamiento global sea irreversible, estos problemas continuarán. Mis pregunta de reflexión para la comunidad son las siguientes: ¿Así eramos nosotros hace pocos años?, ¿por qué tan tristes comportamientos si partimos del hecho de que una gran mayoría de estudiantes se encuentran en el lugar y en la especialidad que ellos mismos eligieron?, ¿acaso son también chicos que van persiguiendo su sueño, weeeey?

4 comentarios:

Fidi23 dijo...

Que tal Carlos,

Muy respetable tu punto de vista como profesor, y si me permites yo te doy el mio como alumno.


Siempre vas a ver, por fuerza, alumnos buenos, regulares y malos; dichos calificativos dependen de si mismos, completamente. Del que hablas tú es el malo, no hay de otra.
Tú también fuiste alumno y no creo que estés pagando lo que algún día hiciste, al contrario, ahora tienes la virtud de estar del otro lado, y aun así, ¿no nos comprendes?, si, y mas que tú, podrías decirme.

Tocas un tema importantísimo que a los jóvenes nos levanta la mirada: el "ahora que soy adulto".
Y no es que nos consideremos adultos como tal (sí, solo lo que nos conviene) sino que tratamos de tomar un papel que todavía no nos corresponde y eso, es preocupación y ocupación para nosotros a lo largo de esta etapa.

No hemos aprendido a separar estudios con familia ni con diversión, algo muy complejo.

Respecto a lo que mencionas de la ley del mínimo esfuerzo, no estoy muy de acuerdo: ¿Que no ustedes, los maestros ayudan a fomentarla?, ¿Tú crees que es nuestra intención no poner atención en clase?, o mejor, ¿Crees que a estas alturas nos divierte el catalogar a un profesor (con los parámetros que mencionas) como bueno o malo?,
YO, digo que no. El mínimo esfuerzo depende tanto de nosotros como de que tanta sea la exigencia y audacia del profesor a la hora de actuar, se retroalimentan. Si dices que un profesor es bueno o malo si cumple o no con las características que el alumno del mínimo esfuerzo dictamina, ¿como saben ustedes que son buenos profesores?, todos sabemos que por cuestiones ajenas a ustedes y a nosotros en nuestro país las calificaciones están infladisimas, tanto que hasta no la creemos, y ustedes también.

A veces comprendemos mejor de lo que ustedes creen, no tenemos barreras, entonces, en corto, trato de ponerme en tus zapatos y mi pesar seria mas bien, ¿cuantas de las personas que tengo en el aula frente a mi, las puedo llamar alumnos?, insisto, YO, empezaría por ahí. Todo depende del cristal con que se mira.

Y por mí, seguiría, pero creo que ya se nota que se me enredan las ideas, espero me entiendas.

Saludos,

Carlos López Praget dijo...

Muy interesante, se nota de inmediato que se expresa una persona responsable, que tiene determinados valores y criterios de valoración que permite ver esto desde otra perspectiva.
Vamos a ponerlo en otro ángulo: explicas algo en 15 minutos, y das la responsabilidad de hacer un análisis, de aplicar lo que ya se explicó, y resulta que te echan en cara que a la clase le falta dinamismo. ¿cómo hacer el dinamismo?, preguntas, y te responden: "ah, no sé, piénsele, usted es el maestro".
Creeme, uno aprende a reconocer qué tipo de personas, más allá de alumnos, te hacen una afirmación así, y quien no.
Tienes razón, la ley del mínimo esfuerzo no es única, pero la tendencia ahí está, cuando digo que pago deudas de juventud es dejar la puerta abierta de la autocrítica, es decir, sé que varias cosas que critico, seguramente, las cometí, el punto es ¿en ese grado?, quien sabe, creeme, es algo que continuamente pienso.
Considero que lo que escuchaste al final de la clase te dará una nueva dimensión a lo que trato de exponer en uno de los tantos cristales donde se puede ver.

mauricio mejia dijo...

Quióbole, maestro desilusión:

Ya te pusiste en mi tenor, vaya, hasta que encuentro alguien que también ha vivido los sinsabores, no únicamente las mieles como el maestro Heras.

Al rato se te pasa y vuelves al camino con la misma sonrisa de optimista psicoanalizado.
Piensa, nada mejor te pudo haber pasado. La clase te sirve de catarsis. Hablas de lo que quieres, al ritmo que quieres, cuanto quieres y además te respetan -bueno al menos lo hacen parecer-. Llegas a casa como si hubieras estado sentado en un diván, con 10, 20, ó 50 weeeyes que no te retroalimentan, sólo te escuchan, tal como la (el) psicoanalista, y luego te "agarran a billeta, qué bárbararo, qué suerte.

Saludos.

Carlos López Praget dijo...

Tienes mucha razón, la pasaa fue una semana donde lo que narro fue apenas como un aviso ("lo que pasa maestro, es que puedo hablar con mis compañeros y ponerle atención al mismo tiempo"), pero fue una catarsis que te hace sacar esos momentos que hacen valorar más a los buenos alumnos, a los que se interesan y te demuestran que sí son capaces en lo que mejor saben hacer.