miércoles, 26 de septiembre de 2007
¡Salud, por la alegría!
que, aun por un instante,
no sea inmortal.
La muerte
siempre llega con ese instante de retraso.
En vano golpea con la aldaba
en la puerta invisible.
Lo ya vivido
no se lo puede llevar.
SZYMBORSKA
Juan Villoro en la UNITEC

Los jóvenes de la carrera de comunicación tuvieron la oportunidad de hacerle varias preguntas en torno a su obra y oficio de escritor; mismas que el escritor contestó muy gusto.

Los profesores de la carrera también participamos muy gustosos del evento. Hay que mencionar que platicar con un escritor siempre es una oportunidad de compartir su particular visión con los alumnos. Esperemos que no sea esta la primera y única ocasión que se organicé un evento de esta índole, en bien de la UNITEC, pero sobre todo de sus alumnos, que al finalizar el evento estaban muy contentos, con sus libros autografiados.
martes, 25 de septiembre de 2007
A la espera de la sombra II
La sombra se acerca un poco más a Paula, se inclina un poco y empieza a oler a Paula, pero no de una manera ofensiva, es más bien como un contacto con la esencia, ahora en lugar de ser una sombra pareciera un fantasma que recuerda tiempos en los que tenía un cuerpo que bañar, perfumar, atender. Parece un acto de nostalgia.
Paula empieza a sentirse rara, no incómoda, a diferencia de la sombra que parece recordar algo, ella empieza a conocer nuevas emociones. Esto es agradable, no sabe qué es, no entiende como se dio, pero es una realidad que su pecho empieza a resultar insuficiente para recibir todo el aire que de pronto parece necesitar.
La sombra sigue oliendo su cabello, y también acerca lo que sería su rostro al de ella, Paula parece que cada vez se ahoga más, pero no se mueve del lugar en el que está, la ciencia algún día reconocerá su nombre como la primera mujer que logró un contacto cercano con un alma de la oscuridad que se sintió atrevida en un momento de su triste existencia.
Sin ningún tipo de recato, la sombra movió los brazos sobre la espalda de Paula. Ella se cimbró al notar que esas manos más que ser producto de un juego de luces eran sólidas, consistentes, manos que cubrían amplios territorios de su espalda. Paula tenía una respiración descontrolada en absoluto, estaba llegando a las fronteras del control y paseándose peligrosamente por las orillas de la locura.
Su pecho ya dejaba sentir y manifestar una tensión muy peculiar. Sus pechos estaban hinchados, excitables, el algodón que los recubría empezó a ser plácido, era tan solo unos centímetros lo que se paraba a eso pecho erguidos y cálidos de lo que debería ser el fornido pecho de esta sombra sensible.
En el nacimiento de las piernas Paula sentía que una bestia salvaje e insaciable por fin bajaba a la laguna y de manera desesperada se humedecía de los líquidos que calman cualquier ser. Esta bestia, que dormida por tantos años estuvo, de pronto reclamaba una sed terrible y que no había líquido que fuera capaz de saciar dicha desesperación. Paula juraría que por lo largo de sus piernas corrían un par de gotas de esa agua desconocida y enigmática.
El abrazo de este espectro en verdad que era intenso, apretó lo que debía, y aflojó lo suficiente. Paula notó también la respiración en su oreja. Era intensa, fuerte, como un búfalo excitado. Mayor fue su sorpresa cuando su lóbulo empezó a ser besado y recorrido por una lengua cálida, húmeda, áspera y notablemente incisiva. Supuso que era dulce. Paula trató de no peder la clama, pero estaba segura que en ningún tratado de ciencia se leía que las sombras tuvieran órganos internos.
Paula no dejó de sentir la oscuridad por el simple hecho de cerrar los ojos. El masaje de esa lengua era algo novedoso y en extremo satisfactorio como para mantener la vista atenta. Por momentos sintió que su resistencia flaqueaba y dejaba reposar su cuerpo en la sombra, asunto cuestionable, pues nada aseguraba que la solidez de esos brazos de espectro sería permanente y soportable de la masa humana.
Pero eso no la mantuvo por mucho tiempo angustiada, pues esa sombra recorrió sus brazos y sin avisar ni dar tiempo cargó a Paula y empezó a caminar. Ella quiso salir de su curiosidad y no tuvo más que asirse a lo que sería su cuello. Este, en proporción a lo que sintió en sus brazos, también era fuerte, marcado, listo para soportar el trabajo más rudo.
Paula salió caminando de su cama y llegó en brazos de una sombra. Nadie en su sano juicio tiene que creer algo así, pero no deja se ser una idea seductora. El asunto no queda ahí, la sombra no quita eso que deben ser sus manos del cuerpo de Paula, ni ella se conforma con tocar solo un cuello. Así como empezó a oler y abrazar a la mujer, la sombra ha iniciado un recorrido por el cuerpo de la inexplorada mujer.
La sombra inspecciona, desde el lugar en que está Paula solo puede ver que la cabeza ha dejado de observarla y ahora es su cuerpo, ahora solo ve entre sus pechos a una masa de cabellos que está plantada en su vientre, es un cabello largo, ondulado y se siente maravilloso cada vez que se agita porque llama a su cuerpo a tensarse. Todo en Paula es excitación, aprieta sus piernas, sus pies están en punta, quien no sepa nada de los misterios del cuerpo diría que está luchando la ingenia mujer de no morir asfixiada.
Pero la sombra no se contiene. Paula creía estar en pleno placer cuando de pronto la respiración que sintió en su oreja y la hizo estremecerse la siente justo donde nace su selva púbica. Como una auténtica descarga eléctrica que tuvo que contener con los dientes y los labios, Paula conoció un temblor cálido con sudor frío, no encontró mayor apoyo que apretar con toda su femenina fuerza la almohada, la sábana o lo que encontrara, eso sin contar el arqueo de su espalada que solo en libros de anatomía vio.
La sombra continuó explorando cada vez más curiosas, como tratando de llegar a la causa última de lo que alguna vez conoció y trata de recordar. Su boca se abre, aspira, busca, humedece, su lengua taladra, empalma contra los labios, contra los dientes, embiste una y otra vez, ritmo que de inmediato, por instinto Paula sigue. Paula jamás había sudado. Paula jamás se había agitado. Paula jamás se había contorsionado.
Paula empezó a tomar con sus manos a esa cabeza de cabello largo y abundante, en tanto las sombras terminaba de inspeccionar el cuerpo de Paula, la conquista de sus tobillos por parte de esas manos firmes era el fin de la exploración, el fin de ese Colón que por esa noche se lanzó a la oscuridad a confirmar que el cuerpo femenino puede ser excitado.
Lo que inició con atrevimiento concluyó con un regreso sereno, calmado, son seguridad de conocer el terreno recorrido previamente. Su rostro de nuevo estuvo cerca de Paula, y fue el momento de respiro, de mirarse en la agitación que no deja ver nada y tomar aire por tan intensa expedición.
Paula empieza a tocar y definir un rostro, es curioso, pero es posible que una sombra, de tanto buscar figuras humanas empiece a mutarse en un ser humano. Eso es lo que toca, y lo encuentra placentero, agradable, también se da su tiempo para inspeccionar lo que sería su cuerpo y ya a estas alturas ni se inmuta que sienta lo que serían músculos de abdomen y un pecho que está tan firme que perecería el de un hombre normal que no pasa de los 30 años.
Paula se adentra en su investigación, lo toca todo, cuello, pecho abdomen, piernas, muslos, se ha vuelto esta investigación en un manantial de sorpresas, pero ella no se detiene, aprieta y constata que esta sombra escapa a todo promedio de conocimiento.
lunes, 24 de septiembre de 2007
A la espera de la sombra I
Por unos instantes permanece parada en silencio frente a la ventana, quizás se encuentre a unos 5 metros, la habitación es amplia, como debe vivir la gente decente de estos tiempos, nada que ver con casas que en algún momento serán auténticas trampas, incluso para una sombra.
Para sorpresa de Paula, la sombra levanta lo que sería su mano y toma el candelabro de su vela. Ella ya no es ella, y en cierto sentido está empezando a conocer con mayor detalle la naturaleza de las sombras, podrá decir cualquier día con autoridad “no hay que temer por una sombra cualquiera, pero sí hay que tener respeto ante las que no se conforman con su destino y tratan de acercarse a las personas para buscar entender nuestra naturaleza”.
"El pacto es no enamorarse...


domingo, 23 de septiembre de 2007
Poemas para el ganoso contemporáneo.

ODA LITÚRGICA PARA “LA MUJER DE ÁMBAR”.
Il tuo splendore é aperto.
E. Montale.
Como hecha de ámbar
giras sobre la tierra.
No sé hasta dónde
pueda llegar
esta ansia de buscarte,
esta cansada desesperación
aacida de tu huida.
Hoy fue una noche grave,
anunciadora de la muerte,
la que me obligo a asirme
de tu imagen huyendo.
Mañana, el día con el sol
hará que no te piense
y, sin embargo, estarás ahí,
oculta entre las cortinas
y tu cuerpo de ámbar,
tu gran coño frutal,
tus oscilantes uñas,
tus labios inventores,
tu carne de mujer mujer,
tu entrega entera,
tu manera de apoderarte
de los momentos,
tu forma de coger y ser cogida,
tu certeza de vida en la mañana,
tu inocente, santa, bendita,
sacrosanta, litúrgica, teológica,
óptica, acústica,
olfativa, gustativa fornicación,
levantará las sábanas
abrirá las ventanas,
bendecirá la carne,
entronizará el gozo
y santificará la noche humana.
POEMA DE: HUGO GUTIÉRREZ VEGA. En: Material de lectura 91, Coordinación de Difusión Cultural/UNAM, México, 1998.
desnuda ante el espejo.
Ruedan las perlas
por el mármol. Se agacha
a recogerlas. Nalgas.
Esfínter. Rizos negros.
El aire abre la puerta
y yo la cierro.
crecer en mí
como crece el deseo
en la ausencia
de lo que nunca llega
a realizarse.
Los pezones
en la boca del ciego,
tu sexo en las ortigas
de la memoria
que ilumina el placer
y lo derrama.
POEMAS DE: Juan Antonio Masoliver Ródenas. En: La memoria sin tregua, El ACANTILADO, Barcelona, 2002.
jueves, 20 de septiembre de 2007
Pasión
Mi pasión no puede seguir atada,
Quiero mojar mis deseos al amarte,
No soporto la ausencia de tu carne vetada.
Mi amor es profanar toda abstinencia,
Mi locura es la insoportable incontinencia,
De no derramarme en tu cuerpo ungido,
De mi semen, también deseoso de quejido.
Me inspiras, me excitas y me dan ganas
Recorrerte palmo a palmo, sin urgencia,
Mientras manipulas mi pene con ansias,
Imagina mis dedos en tu clítoris con recurrencia.
ESTA ES TODA MI QUERENCIA POR TI
miércoles, 19 de septiembre de 2007
Unas líneas

no hay nada, quizás sólo sea viento en lo
que vivimos, quizás la realidad no sea mayor al
tamaño de una nuez ni supere el peso de
tu aliento.
No hay tiempo porque lo haz hurtado,
ángel corporal que se alimenta de mi
razón, de rocío, de tintes violetas
que pintan el lienzo que en el cenit fue oro.
Me robaste mi sombra, ahora es presa
de tu paso; juegas con ella, simulas que
me la devuelves, ya es ceniza que se
filtra por mi mente, que se impregna en mi pecho,
y adorna como fistol que brilla en mis ojos
cada vez que estás frente a mí.
No, no hay tiempo, no lo necesito
me he acostumbrado a tu cercana distancia,
a tu peso amargo, a tu aroma dulce.
No hay tiempo, así es el infinito
de tus labios, lo denso de tu cabello,
lo extenso de tu pechos, lo breve de tus palabras.
No, no hay tiempo ni reloj que lo soporte,
eres arena que juega en mis manos,
eres marfil que brilla en mi horizonte.
Capturas mi suspiro, construyes mi idea,
armas y reinventas mi alma.
Eres barca que flota en la mar y
la ola imita el vibrar de tu cuepo
en el amor. Quisiera ser la ola, dominar
la barca caprichosa, pero inútil es pretender
jugar con las reglas del azar.
Por ti tiempo es solo ilusión, estás quieta,
estática, como suspendida en un mar de
letras, jugando entre las oraciones, moviendo
a capricho las palabras, dominando los puntos
suspensivos, esquivando el renglón, corrigiendo
las pausas, desquisiando a las comas.
No, no hay tiempo, no hay tiempo porque lo
haz secuestrado, vive en tu pecho, en tus labios,
sabe a tu aliento, se escurre por tus pechos,
vive en tu ser más secreto, más cálido,
líquido es el tiempo tuyo.
No necesito del tiempo, no necesito de horas,
el minuto es una fantasía, los segundos ficciones;
te haz vuelto todo, donde volteo estás, donde
me dirijo te vas. Eres amor, eres pasión, eres
plata derretida que adorna el clavel.
Eres todo, eres nadie, jugo de tiempo y laberinto
sin salida, porque no quiero salir. Donde quiera
que estés, no importa lo que paso, pues el tiempo
ya no está.
martes, 18 de septiembre de 2007
La búsqueda

A veces la he imaginado, y en esos instantes me parece que tiene polvo de luna, que como todos sabemos, el polvo de luna es algo dulce, algo tierno, por muy enérgico que seas terminas encantado y agradecido. Es aquí cuando quieres de acercarte más, pero como toda dama, es coqueta, oculta lo más interesante de ella, se aleja y te sonríe, te dice: más, tienes que esforzarte un poco más.
Claro, es más fácil intuirla en las noches, tal vez acariciando mi sombra, quizás rociando polen de estrella en mi camino. A veces me ha parecido adivinar que se esconde en las estrellas, en esas pequeñas espuela de luz que marcan el cielo. No hay tiempo, no hay límite, y sin embargo está frente a mí. Trato de seducirla, de seducirla, de mostrarle lo que vive en mi frente, en mi corazón, en el pecho ardiente, tratando de describirla, es más lo que la imagino que lo cierto que sé de ella.
Recuerdo que de joven la encontraba más seguido, se topaba en un balcón, en el cabello negro de una mujer, en los sueños de amor que anidaban mis ojos, en el tallo de una flor, en el verso que no conoció la luz del día siguiente, en el aliento cálido de ese primer beso y que supuse así era el secreto anhelado.
Sí, por años he perseguido ideas, esa dama caprichosa que se empeña en jugar conmigo, que cada vez se aleja más, y que me conforta diciendo: cada vez estás más cerca. Debe ser una idea de amor, una idea de pasión, una idea de esas que de tanto que duran en la mente se hacen tan reales como la un rayo de luz o una gota de lluvia dentro de una flor.
Esas ideas me recorren continuamente el pecho, la frente, juegan en mis oídos, me susurran con delicadeza: busca más, cada vez me conoces más. Es un juego, pero es un juego divertido, ameno, no hay medidas, no hay peso, todo es levedad, todo es emoción, las palabras resultan huecas, más muertas que de costumbre, la idea me reinventa, me incita, me anima a cada día, cuando alguien se obstina en decir: las ideas no son buenas si no son productivas.
Seguiré a la caza de esa idea, la que por años se ha dejado galantear, que a veces parece que está en mis brazos, y que por momentos se oculta en lo más cálido de un sexo femenino dispuesto a compartir la idea de amor que cree conocer.
Dulces estertores
¿Qué poderoso embrujo de mujer me devoró en su regazo para no salir de ahí?
¿Quién no me prohibió bañarla con mi lava lechosa y ardiente para después lamerla de su boca y de sus senos?
¿Qué mujer tan apasionada me permitió horadar ese pequeño rincón virginal de cuatro décadas?
¿Quién me provocó acariciar tan bello cuerpo a través de espejos infinitos que clonaron su imagen?
¿Qué mujer me hizo penetrarla a golpe de martillo que derrumba pedazos de cielo sobre dos amantes nerviosos y furtivos?
¿Quién me penetró suavemente por aquel rincón oscuro y me dio un pedazo de ese cielo que caía sobre nosotros?
¿Qué mujer se vistió a media tarde como Penélope para bien amarla tocando su carne trémula?
¿Quién se deleitó sin remedio con juguetes vibratorios, espumosos… cual sueño líquido?
¿Qué mujer me hizo compartir dulces estertores que exorcisaron nuestros miedos y liberaron los, casi siempre, ahogados gritos en paredes de espejo jadeante?
¿Quién se gozó así misma tocando sus cumbres de niña, ofreciendo sus pezones como un ritual de llama doble: sexo y erotismo?
¿Qué mujer impulsó suavemente su dedo hasta el fondo del pozo de sus deseos, mientras su amante ansiaba concluir la batalla en orgasmos solidarios?
Dedos virginales
Recorriendo tramo a tramo tu tersa geografía,
Noches y días, todos los días, en espera del humedecer,
Del amor que no es melancolía, en ti se hace hagiografìa.
Virginal al brevar tu olorosa miel primera
Tu piel me arrebata fulgurantes pasiones;
Tu pubis por otro acariciado, pero sin orgasmo de gloria entera,
Es oda elevada al cielo plena en miles de irreverentes oraciones.
Dedos, tuyos, que rozan las delicias del edén humedecido,
Sumergidos en amargos flujos piroclásticos y agridulces sabores,
Que seducen e invitan a penetrarte con mi animal entumecido,
Aunque prefiero mis propios dedos para derramar más licores.
Tu clítoris, manjar de tu carne vulnerable, es la dicha eterna
Aquí en la tierra como en el cielo, como un sacrilegio,
Una blasfemia, una herejía obsesivamente enferma,
Un te quiero con alevosía y de mi amor un privilegio.
miércoles, 12 de septiembre de 2007
Enseñar

Estar frente a grupo de personas dentro de un salón de clase ha sido apreciado siempre, la experiencia tiene sus recompensas y sus sinsabores todos los días. Desde convertirse en un ejemplo a seguir, hasta transformarse en el motivo de deserción que revela una incapacidad de enseñar del profesor o una incapacidad de asumir la responsabilidad de sus propias circunstancias del alumno.
Estar allí corona el delicioso proceso de estudiar y preparar el tema, armar la mejor estrategia para comunicar el mensaje, medir los tiempos, anticiparse a las dudas genuinas y a las dudas alevosas y defender lo que se sabe. Estar allí es la punta visible de un denuedo anterior nimio o decoroso. A veces la experiencia ayuda y permite interrumpir la disciplina, las más de las ocasiones la vergüenza propulsa a una ética noble, la que se aprende en casa y nos dicta la conveniencia de hacer prosperar destinos, incluido el nuestro.
Los alumnos son personas, para bien y para mal. Una clase es un ejercicio olímpico de relación pública. De aplicación de habilidades sociales y de manejo inteligente de las emociones. Recuerdo una ocasión que tras leer su examen final, sin contestarlo, un alumno tuvo a bien escribirme unas palabras a modo de reproche: "Profesor, es usted el culpable de que odie la lectura, de que prefiera seguir dormido que venir a la escuela, odio su clase y lo odio a usted." Confieso que me sentí muy responsable por haber obtenido un objetivo contrario al original, me entristecí. No atinaba una explicación, pero no negué mi culpa. No le di lo que quería, no me detuve en sus necesidades. Yo también lo odié. Busqué una explicación de su comportamiento y le pregunté a una de sus amigas cercanas si ella había recibido del joven algún comentario sobre mí. Su respuesta fue negativa. Quería exculparme, necesitaba restaurar mi amor propio. Concientemente y por mucho tiempo, guardé la anécdota en el olvido y ahora vuelve para alarmarme del compromiso de pensar en cada uno de los vagones que guío.
Al frente, el maestro es blanco de las respuestas a sus propios defectos y es vasija de frustraciones ajenas. El maestro necesita la coraza emocional del psicólogo y la valentía del torero para salir en hombros tras dos horas de embestidas humanas.
Every need got an ego to feed, es la descripción más clara de la benevolencia de mi labor. Pensar es una necesidad, nos identifica, nos diferencia. Cuando el joven escucha o lee, se lleva las manos a la barbilla. Levanta la mano, replica, apoya, agrega, comparte... con ello dispara una metralla que asesina de vanidad al profesor que le inspiró.
Una clase es un proceso de comunicación cuyos principales enemigos son el silencio y el monólogo. Qué desanimante es el silencio, qué aburrido es el monólogo. El conocimiento por sí mismo debería ser el catalizador de la disposición anímica de los involucrados, pero la forma de ofrecerlo o mercadearlo, para utilizar una palabra posmoderna, es determinante.
Un maestro es el histrión de su propia cuento que tiene la cualidad de la verosimilitud, de otra manera la única heroína conocida que lo puede salvar se llama condolencia.
Pasé muchos años en la escuela como alumno. Nunca fui generoso con ninguno de mis maestros, no les regalé ninguno de mis pensamientos, sino hasta que me mostraban que valía la pena aventurarme, a pesar de que desde entonces entendía que mi aprendizaje depende de mis participaciones. Ahora me ocupo en crear la atmósfera para el atrevimiento, para que cada uno ponga bajo el examen público lo que sabe y siente. Sólo me falta la amable ofrenda de la retroalimetación.
miércoles, 5 de septiembre de 2007
¡Melissa, un mito genial! (2)

Eso fue lo peor que le pasó a Nahui Olin, morirse tardíamente y no a tiempo como ellos. Espero que Melissa no tenga un final como el de Nahui Olin: olvidada, encerrada con sus 19 gatos; desalojada de un cuartucho de una casa vieja que fue derrumbada para la construcción de un eje vial en Santa María la Ribera y luego vagabunda de las calles de alrededor de su querida Alameda, mordida por los perros y apedreada por los niños.
El relato autobiográfico de un flashazo de la vida íntima de Melissa continuaba así:
Estoy contando una historia. Sí, precisamente eso es lo que hago, pero no lo que pretendo. Cuando las historias, cuando contar tus historias se convierte en costumbre, en profesión, el horror del emputecimiento se vuelve insoportable. No es un dolor propiamente, es un ardor, es comezón, escozor; a pesar del gozo que otorga lanzar palabras al aire, a la nada, lanzándolas a cualquiera que quiera escucharte, porque he de decir que sí es placentero (las putas también tienen orgasmos). Cuando compruebas tu existencia a través de otros, es cierto que todo toma sentido, es verdad que el saberte parte te hace bien. Yo no soy parte, yo estoy expósita, alguna vez pretendí ser parte, aún ahora lo deseo, aún sabiendo que sólo será bálsamo momentáneo. Es un deseo ciego, un deseo que quema, porque al tenerlo vuelve a evaporarse, tan efímero e incierto.
Anoche soñé un sueño tibio, uno de esos sueños que nos permiten despertar con lucidez y emprender un nuevo día con la finalidad de encontrar un camino, tal vez una nueva oportunidad de replantearlo todo y volver a creer. Así amanecí, así vino a mí el deseo de nuevo.
El deseo ¿Cómo se viste el deseo? ¿Cuántas veces habrá de dejarnos nuevamente sobrecogidos por la fiebre que todo lo persigue y que nos pone ardientes, fervientes y llena nuestro cuerpo y nuestro ser de pulsiones? El deseo se viste de hermosura, se engalana con la promesa del gozo, un gozo que de ser mejor no podía haberse atisbado tan incierto. El deseo, ese tremendo torbellino todo lo anima, todo lo vuelve movimiento, es tempestad que nos atrapa e impide que podamos ver, mirar, comprender. Dicen que la falta de deseo produce paz, conocimientos ancestrales y teorías filosóficas y psicoanalíticas han demostrado una y otra vez que el deseo todo lo corrompe y es el causante de las mayores desgracias humanas, el fin de las religiones más importantes y que han perdurado por los siglos de los siglos, ha sido ofrecer en la renuncia al deseo la forma de hallar la paz, es cierto, es verdad. Pero ¿no es verdad también que después de la tempestad viene la calma?. Y sólo después de una tremenda tempestad, sólo después de haber conseguido el fin de mi deseo, la realización de mi deseo es que he hallado la calma, no la paz, la paz nunca, la calma, sólo la calma.
Anda, ven a mí, yo soy el camino, yo soy tu deseo. Sé que no lo sabes, sé que no puedes siquiera entenderlo, no importa, yo soy tuya, porque a través de mí todo lo encontrarás.
Levántate, necesito un cigarro pronto, de verdad tengo ganas. Sí, ya sé que no he desayunado, no necesitas hacérmelo saber porque ya lo sé ¡Maldita sea! Están todos mojados. Creo que voy a tener que salir a comprar otros. No podías tener un poco más de cuidado con esto. Ya vengo.
Y sí, es verdad, lo visto antes no corresponde a la realidad, y no corresponderá porque somos un intento ¿Cuándo terminaré de saber eso? Soy un intento, nada más que un intento y eso no me hace absolutamente nada, Puedo palpitar de un corazón a otro y no voy a dejar de ser únicamente un maldito intento. Contener ¡Carajo, contener! Pura basura, esto es pura maldita basura y no quiero seguir aquí plantada esperando a que todo termine de pudrirse sin entender y sin estar plena y completamente convencida de qué diablos soy.
No, no quiero, eso es todo, no tengo ganas y eso es algo que ni yo misma puedo comprender, no puedo, no puedo. Soy un suspiro, soy sólo un suspiro y eso es todo, mi cuerpo se va a pudrir y mi presencia en la mente de otros va a evaporarse. Y tampoco me puedo rendir, no me voy a rendir, porque no sé quien soy, porque no sé con toda certeza la verdad, pero sé y de eso sí estoy segura, que tengo voluntad, tal vez no un libre albedrío, pero sí voluntad, ahora mismo estoy vaciándome aquí en un acto de voluntad.
Y sí me veo fea y tengo que arreglarme, no quiero, no quiero de verdad y con todad mis fuerzas lo digo, no quiero. Si esta secuencia de símbolos sirve para decir algo realmente, voy a decir esto: no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero.
La historia
Israel llamaba, casi gritaba y ella nomás no escuchaba. Melissa se movía rítmicamente, en movimiento pausado, que se congelaba, parecía ser titubeo. Estaba tan apasionada con lo que hacía, que no tenía sentido para absolutamente nada más. Pronto él se habría fastidiado de llamarla y embebido en su imagen había decidido sólo contemplarla. La veía ir y venir en ese bamboleo trémulo, vacilante pero absolutamente suyo que la hacía tornarse más expresiva y al hacerla expresiva la hacía hermosa.


El compás de las guitarras hacía que todo se quedara inerme:
Independiente fui, para no permitir pudrirme sin renovarme;hoy, independiente, pudriéndome me renuevo para vivir.
Los gusanos no me darán fin -son los grotescos destructivos
de materias sin savia, y vida dan, con devorar lo ya podrido
del último despojo de mi renovación-
Y la madre tierra me parirá y naceré de nuevo,
de nuevo ya para no morir... (Nahui Olin).
FIN